Es solo un pequeño juguete inofensivo...





Samanta Schweblin, en la novela Kentukis (Literatura Random House, 224 páginas, disponible en e-book), trae a la literatura un tema similar al abordado en la mayoría de los episodios de "Black Mirror": la exposición de la privacidad a través de dispositivos de alta tecnología. Como en la serie, no nos enfrentamos a historias de ciencia ficción, sino a historias de terror, provocadas no por las máquinas, sino por quienes las controlan.

 Los kentukis son animales de peluche con cámaras y micrófonos conectados y que, como los tamagotchis, famosos juguetes virtuales en la década de 1990 (recientemente relanzados, pero sin mucha repercusión), sirven como mascotas de sus "amos". Conejitos, topos, dragones, búhos y otros pequeños animales, acompañan a sus dueños por la casa y responden a algunas órdenes, pero no pueden comunicarse. Quien controla los movimientos es un usuario desconocido de otra parte del mundo con un tablet, a través de lo cual ve y escucha todo lo que sucede en la casa donde está la mascota. Hay quienes eligen ser un kentuki y hay quienes desean tener uno.

La novela se compone de diferentes historias paralelas, que se desarrollan de forma intercalada a lo largo del libro. Por lo tanto, no hay un solo protagonista, ya que los entornos son muchos: una casa de una pareja peruana, un apartamento en Alemania, un pueblo en la frontera de Brasil con Venezuela, donde hay más cabras que personas, etc.

Los personajes están involucrados en este juego virtual que puede ser inofensivo y peligroso. En el primer capítulo, por ejemplo, que sirve como una especie de prefacio, las niñas exponen sus cuerpos al animalito controlado por un tipo malicioso. Estos personajes no regresan en el curso de la narrativa. Por lo tanto, el capítulo sirve para establecer el tono de lo que podemos esperar de ahora en adelante.

Sigamos entonces al padre que no imagina que su hijo pueda estar bajo vigilancia de un pedófilo. O la mujer que controla un kentuki con su tablet mirando a su dueña ser robada por un novio y no sabe cómo alertarla. Por otro lado, un kentuki puede ayudar a su dueño a recordar el momento de la medicina y otro puede proporcionarle a su maestro que conozca diferentes lugares o haga que un solitario se sienta menos solo. Entonces todo depende de quién esté del otro lado. Y nunca se sabe quién podría estar allí.

Autora del libro de cuentos Pájaros en la boca y Siete casa vacías y la galardonada novela Distancia de rescate, Samanta Schweblin se ha consolidado como uno de los grandes nombres de la literatura argentina, un país que ya nos ha dado Borges y Cortázar, entre tantos otros.

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